“Mis emociones siempre se han agarrado a los pelos con mi racionalidad. Sigo siendo una mujer apasionada, pero por la edad o los hijos, una se controla. Eso sí, yo nunca he podido hacer gratuitamente daño, no me sale”, nos dice Érika Villalobos.
“En mi casa siempre hubo mucha libertad para el arte. Mis padres se conocieron en el Coro de San Marcos y nos transmitieron su cultura musical a sus tres hijos: mi hermano toca la guitarra y mi hermana y yo cantamos. Fue por azar que terminé siendo actriz, porque prefería cantar”, nos dice Érika Villalobos, quien actúa en la comedia La tía de Carlos, que se presenta de jueves a domingo en el Peruano Japonés.
ESTUDIASTE COMUNICACIONES…
Sí. La elegí porque incluía varias de las cosas que me gustan: el arte, el cine, la televisión. Tengo un problema en la vida: me gustan demasiadas cosas y, ya se sabe, el que mucho abarca poco aprieta. Y cuando me especializaba en Publicidad, me di cuenta de que no me gustaba y terminé especializándome en Cine, Radio y Televisión. Allí me gustaban tres cosas: dirigir, hacer cámara y editar.
TE IMAGINABA FRENTE A CÁMARAS.
Lo estaba, pues mis amigos me llamaban para actuar en un montón de cortos: algo de talento debía tener, pero no buscaba esos papeles porque no quería ser actriz. Hasta que un día, Carlos Orbegoso, mi amigo, nos convocó a mí y a mi amiga –quienes éramos las más extrovertidas de la facultad– para un casting de una serie de Iguana. No me eligieron para ese papel pero sí para uno en la telenovela La noche. Agradezco hasta hoy esa elección. Allí comencé, y de casualidad, porque no pensaba ser elegida.
¿ERAS MUY EXTROVERTIDA?
Mi amiga y yo estábamos dentro del grupo de las 'diferentes’. Ella se vestía de una manera muy 'Candy’, como niñita. Yo era guerrera, la que se pintaba la boca de negro e iba con sus chancabuques: nunca he sido lady, yo soy una guerrera. Era rebeldona e impulsiva: sentía que había nacido en una época inadecuada, que estaba más adelante, que era una revolucionaria. Ahora siento que me he tranquilizado, me he vuelto seria, una madre, quizá hasta la edad influya (risas).
RECUERDO QUE, MUY JOVEN, FUISTE A VIVIR CON TU NOVIO…
Sí, de arrebatada. Me dije: “Lo hago, no me voy a morir”, y no me morí, la verdad (risas).
ERES UNA SOBREVIVIENTE. ¿DE TUS DESÓRDENES O DEL MUNDO?
De las dos cosas, porque tomé decisiones impulsivas que no se las recomendaría a mis hijos, a nadie. ¿Irse a vivir con alguien después de un año y medio de relación? No, no es nada recomendable. ¿Ahora la gente se muda al mes? (Ríe). Sí, pues. Y mis papás no me podían decir nada porque ya vivía sola y era mayor de edad.
¿USABAS TU BELLEZA PARA CONSEGUIR ALGUNOS OBJETIVOS?
Soy consciente de ella, pero soy una persona buena: no abusaba de mi belleza. No soy una femme fatale. A veces una se siente así pero, repito, yo soy una guerrera.
SI TE GUSTA ALGO, ¿LO TOMAS?
Sí. Soy así, me lanzo rápidamente al ruedo, de manera valiente e impulsiva, muchas veces no conveniente. He cometido errores, pero no han sido grandes metidas de pata. Ya con hijos, una hace las cosas de forma diferente. Fue básico haberme casado y tenido dos hijos para poner los pies en la tierra, porque las decisiones no solo se toman por una. Una, cuando no está el suficiente tiempo con sus hijos, siente una culpa que nos carcome… ya sea por salir a tomar un trago o hasta por no hacerle la lonchera para el colegio.
¿TODAVÍA SALES A TOMARTE UN TRAGO?
Poco, pero salgo, y si salgo, salgo bien.
¿QUÉ LE VISTE A ALDO MIYASHIRO?
No lo conocía, nunca lo había visto. Lo que nos unió fue el sentido del humor. Nos fastidiábamos mucho en la obra de teatro –Vino, bate y chocolate– donde nos conocimos. Me gustó ver lo que hacía y cómo trabajaba y cómo se encargaba de grandes cosas: por entonces, hacía Misterio, la serie. Además, nunca me pareció feo, al contrario, me pareció interesante por su fuerza y actitud…
¿LO SOPORTASTE MÁS DE LO QUE DEBISTE?
Mi matrimonio es, lejos, en lo que más he invertido en mi vida.
¿HAS PERDIDO?
No. Fuera de que vaya a funcionar o no, creo que ha sido bien importante que haya invertido emoción y energía en mi matrimonio, y lo hice por mí, por mis hijos y por Aldo. Si bien estamos separados, siempre va a ser parte de mi familia. En estos seis años he aprendido a entenderlo y a quererlo, y a darme cuenta de que quiero que sea feliz, que me encantará que la persona que venga después lo entienda. Aldo es difícil de entender, pues no se comunica así nomás con las personas: en la tele sí, pero en su vida privada, no.
ALDO DA LA IMPRESIÓN DE SER UN GRAN AMIGO…
Lo es. Él hace cosas por sus amigos, no las dice.
NO TE DAN GANAS DE DECIRLE: “¿NO SABES LO QUE ESTÁS PERDIENDO?”
Hemos intentado muchas formas de seguir juntos, pero no lo hemos logrado. Aldo ha cambiado bastante: a pesar de que no estamos juntos está muy comprometido con sus hijos y con su familia. Después de lo pasado estos días, ahora estamos bien.
ACTÚAS EN LA TÍA DE CARLOS…
Hago el papel de una chica que busca el amor puro, tipo Romeo y Julieta, y es totalmente impulsiva y apasionada... hasta los huesos. No puede escuchar ni el nombre de su amado –interpretado por Pablo Saldarriaga– porque se le va el alma entera. Mi personaje es muy bonito porque tiene mi pasión y mi impulsividad, pero exacerbada. Y es así, porque al construirlo tomé cosas que son mías.
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